En momentos en
que la economía nacional ha entrado en una notoria desaceleración, que ni
el INDEC ha podido ocultar en su índices
revelando una pérdida de 328 mil puestos de trabajo en los últimos 6 meses (volviendo a los niveles de empleo del
2010), el lanzamiento de CFK de líneas
de crédito flexibles a tasas de fomento parecería una noticia alentadora.
La nueva línea
crediticia será instrumentada a través del BCRA, dado que en su nueva carta
orgánica le otorga la potestad de “regular las tasas de interés y orientar el
crédito”. De este modo el BCRA buscará reorientar el crédito, ordenando a los
principales bancos privados y a los provinciales, a otorgar créditos por el 5%
del total de sus depósitos (se calculan unos 15 mil millones de pesos), a una
tasa de interés aproximada de 15% (tasa Badlar más 400pb), con un plazo mínimo
de 3 años y con un cupo del 50% destinado a las PYMES.
La medida tomada
por el gobierno nacional deber ser reconocida como positiva, sin embargo cuesta
creer que CFK y sus funcionarios, se hayan dado cuenta después de casi 10 años
de kirchnerismo en el poder, que las entidades financieras se dedicaban a
otorgar mayoritariamente préstamos para el consumo. Cuesta creerlo, porque es
evidente que gran parte de la alta rentabilidad de los bancos fue producto del
modelo nacional, que estableció tasas para plazos fijos por debajo de la
inflación permitiéndoles prestar esos fondos a tasas astronómicas para créditos
al consumo. Un proyecto que siempre se
ocupó de calentar la demanda y nunca de aumentar la oferta, esta vez parece
haber reparado en este aspecto.
Por otra parte
un dato no menor, es que el crédito estará orientado a la inversión productiva
con el objetivo de que se invierta en adquisición de bienes de capital y
construcción de instalaciones para la producción de bienes y servicios. Esto
implica que aquellos que tomen los créditos no podrán hacer inversiones de tipo
especulativo de corto plazo, sino que deberán hacer inversiones de mediano o
largo plazo, sin embargo para ello es imprescindible contar con el siempre
mencionado “clima de inversiones favorable”.
Es decir que
para que inviertan tanto los grandes empresarios como los pequeños comerciantes
tiene que haber confianza, perspectivas claras de futuro y certidumbre en las
reglas de juego. Justamente de esto parece haberse olvidado el gobierno que en
los últimos meses ha tomado medidas que van en contra de generar confianza y
dar un horizonte a futuro que permita que la gente invierta pensando en largo
plazo y no el mes a mes.
Exigirles un
esfuerzo a los bancos, quiénes han sido ampliamente favorecidos por este modelo,
poniendo al Estado en un rol activo en el desarrollo nacional sin dudas es ir
en el sentido correcto para mejorar la oferta de crédito, pero se debe tener en
cuenta que si no hay condiciones favorables para la inversión no va a haber
demanda de crédito. Es decir que regular las tasas y los plazos sin dar
previsibilidad bajando la inflación, cerrando importaciones y trabando
exportaciones en forma arbitraria y cambiando las reglas de juego de manera
permanente sirve de muy poco. Que exista crédito barato no significa que la
gente lo va a tomar y menos para inversiones que suponen prolongados tiempos de
recupero si el futuro no es predecible.
En fin, a los
bancos se les pude exigir en estas circunstancias a prestar parte de sus
carteras para el fomento de la industria nacional, sin embargo el gobierno debe
saber que no puede obligar a pequeños y grandes empresarios a tomar los
créditos, sino que se los debe seducir ofreciendo un panorama de oportunidades
y teniendo en cuenta a la economía en su conjunto. En la desconfianza generada
en estos últimos meses pretender la reactivación del crecimiento con una sola
medida, es como querer curar a un elefante con una aspirina.
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