Volvemos a vivir otra vez el síndrome del dólar. Esta vez
al menos el gobierno no ha dicho que la culpa la tiene su enemigo preferido y
fuente de todas los males “Clarín”, sino los argentinos que tienen un problema cultural
de mirar siempre la divisa norteamericana. Vale decir entonces que
este “problemita cultural” no es casual, sino que está directamente relacionado
a nuestra larga historia de altos niveles de inflación y recurrentes
devaluaciones.
Si bien la fuga de capitales nunca se detuvo a pesar del
fuerte crecimiento e indicadores sólidos en la economía nacional desde el 2003,
hasta marzo del 2008 salieron del país 300 millones de dólares por mes,
mientras que a partir de marzo de ese año la suma mensual se multiplicó por
cinco. El crecimiento en la salida de capitales coincide con los dos primeros
hechos que empiezan a marcar el camino de la desconfianza hacia nuestro país:
la arbitraria intervención del INDEC y la crisis en el pelea con el
campo, que más allá de estar de acuerdo o no con la Resolución Nº 125, el
gobierno recurrió a un enfrentamiento abierto con el sector en vez de
realizarlo desde un comienzo a través del poder legislativo.
Es en este punto que debemos decir que el dinero no es
más ni menos que una promesa de valor del que la emite y por lo tanto depende
de la credibilidad del emisor. Esta confianza, simplificando un poco la
cuestión, se basa en tener un gobierno que trasmita confianza demostrando
respetar el valor de la moneda y dando señales de reglas claras de
juego.
Respecto a demostrar que respeta el valor de la moneda
podemos decir que el gobierno hizo muy poco desde que decidió negar el problema
de la inflación y reformar la carta del Banco Central pera emitir más y poder
tapar el déficit de un gasto que sigue creciendo a mayor velocidad que la
recaudación.
Respecto a las reglas claras la regla ha sido “no hay
regla”. Entonces como ahora necesita dólares prohíbe su compra
mediante una “formula” de la AFIP que nadie conoce, pero que rechaza a la
mayoría de los que intentan comprarla, traba las importaciones de manera
arbitraria sin dar ninguna explicación y de igual modo para la
exportación de varios productos agrícolas.
Por otra parte en una semana escuchamos a un “vocero” del
gobierno decir que hay que pensar en pesos pero que con su plata hace lo que
quiere, al Jefe de Gabinete que hay que pesificar, a otro funcionario que nunca
lo harían, a la mayoría de los funcionarios decir que el mercado negro no
importa, sin embargo Guillermo Moreno dice que va acordar un valor para el
“blue” que es casi tan ridículo como hacer paritarias del salario en negro. Si
algo queda claro, es que no hay claridad en el mensaje y que más que dar
tranquilidad producen todo lo contrario.
El gobierno sigue atacando las consecuencias tratando de
anclar el dólar, en vez de atacar las causas bajando la inflación y el déficit
que ya no puede tapar. El problema no es el dólar sino el peso, los argentinos
ya no confían en el peso como lo hacían hace apenas unos meses. No confiar en
los pesos en el fondo es no confiar en el rumbo del país y esto en realidad es
lo más preocupante, porque a la gente no le gusta pensar en dólares sino que
los terminan obligando a hacerlo.
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